Mi virgen de Guadalupe, Y al influjo milagroso,
Madrecita mexicana, De tu infinita mirada,
Oye este ruego que nace, Se convertiera esta ofrenda,
De lo mas hondo de mi alma... En una paloma blanca...
Como tu villa en el cerro, ¡Paloma blanca de luz
Queda muy cerca del cielo, Que volara hacia los vientos,
Así, mis pobre palabras, Como un canto de esperanza
Llegarán mas pronto a dios,
En el vuelo de mis ansias.
Fuí por los pueblos del mundo,
Y los hombres solo hablaban, Emilio Massó.
De egoísmos y de guerras,
Destrucciones y amanezas.
Por dondequiera que voy,
Se ha perdido la enseñanza, Enviada, para todas las
Del amor y del perdón, sagradas familias.
De la dulzura y la calma...
Por donde quiera que voy,
Los hermanos no se mana,
Y un torbellino de muerte,
Les florece en las entrañas.
¡Ay, cómo se han olvidado,
De la mensajera blanca,
La de la rama del olivo,
Prendida al pico de grana!
¡Ay, cómo se han olvidado,
Del hijo, madre, y hermana,
Que lloran al ser querido,
muerto bajo la metralla!
Madrecita: Tú si puedes,
Con tu poder y tu gracia,
Derrotar la mala sombra,
De la inconpreción humana.
Haz que otra vez en tus hijos,
La fé perdida renazca,,
Y hagan un mundo mejor,
Sin rencinres ni venganzas.
Te prometo virgencita,
Si escuhas esta plegaria,
Que de rodillas iré,
Hasta llegar a tus plantas,
Apretando entre mis brazos,
Como rosas deshojadas,
Un ramo de mil banderas,
De las naciones hermanas...